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Silvia Ponce trabaja en el Hospital San Martín de Paraná desde hace quince años y hace tres meses que vive en una carpa en un terreno baldío con sus cuatro hijos de 3, 14,15 y 16 años. No pudo seguir pagando el alquiler y alimentado a sus hijos: “Era una o la otra”, dice. Ha golpeado puertas pidiendo ayuda y, nada. La desespera la idea de que sus hijos tengan que seguir viviendo así, en una carpa, sin luz, sin agua, con la lluvia, el sol de diciembre o el frío del invierno. Cocinan y ocupan el baño de una vecina. Comen y pasan el día a la intemperie.“Tuve que optar entre seguir alquilando o darle de comer a mis hijos”, dice, casi sin fuerzas, desde una de las sillas de su juego de comedor instalado desde septiembre en el terreno baldío, a la intemperie, bajo el sol impiadoso o la lluvia abundante. Ahí, en esa mesa larga, de madera y sólo protegida parcialmente por una sombrilla, la familia se sienta a comer, los chicos hacen la tarea y Silvia pinta cuadros, cuando puede, para ganarse algunos pesos extra.
Más atrás, y como si estuvieran distribuidos en una casa, hay una carpita para los juguetes del más chiquito y está el juego de living con sillones y almohadones que antecede a la carpa de lona donde duermen Silvia y sus cuatro chicos, según informó Entre Ríos Ahora.
La familia, la carpa y los muebles están en un terreno ubicado en Avenida Zanni al final, en calle Las Gaviotas de El Triángulo, un barrio de Oro Verde que linda con el ejido de Paraná.
Llegaron ahí, a un terreno prestado por privados, luego de que Silvia no pudiera afrontar más los gastos del alquiler, engrosados por préstamos que fue tomando para seguir manteniendo la casa y su familia.
“Llegó un momento que no pude más”, cuenta Silvia en voz baja, peleando por contener la angustia que al final le llenó la cara de lágrimas y le cerró la garganta por un ratito. Es que le ocurrió de todo y todo junto, según su mirada en el tiempo. Quedó embarazada de su hijo menor de 3 años y se separó de su pareja antes de que naciera. Empezó a andar a los tumbos con el alquiler y la manutención de los chicos; su ex pareja no tenía trabajo; ella se enfermó, debió someterse a una operación; tuvo que dejar de hacer trabajos extras después del horario del hospital, por su salud y el cuidado de su hijo menor, y mientras tanto, los gastos seguían en ascenso. En poco tiempo debía más de lo que cobraba. Dejó de alquilar una casa y se fue a una piecita que tampoco pudo seguir pagando.
Lo cierto es que ahora, tras tres meses sin gasto de alquiler, ella dice que ha mejorado su situación. Así y todo recibe en mano menos de la mitad de su sueldo: tiene un haber de entre 4,5 y 5 mil pesos y termina cobrando 2 mil pesos, tras todos los descuentos por deudas.
Esos 2 mil pesos tienen que alcanzar para la comida de los cinco, la vestimenta, el transporte para ir a trabajar e ir a la escuela. Silvia dice que estira la plata lo más que puede, busca precios, camina por ofertas; pero se vuelve difícil.
Cocina en una piecita que le presta una vecina que vive enfrente. Ahí, tiene su cocina y un freezer chico y también se guarecen cuando llueve torrencialmente: “Corremos con los colchones y nos amontonamos”, relata. De todas formas, aclara que es una habitación chiquita, con goteras, que la vecina utiliza para guardar herramientas, y que sólo alcanza para resguardarse de un vendaval. Además esa señora le presta un bañito externo, donde la familia puede higienizarse y lavar la ropa.
Golpear y golpear sin que nadie responda
Silvia siempre alquiló y nunca había pasado por una situación como la actual, de no tener dónde ir, de quedar en la calle. Desde hace más de diez años está anotada para acceder a una casa, como empleada pública, en el Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda de la Provincia de Entre Ríos (Iapv). Todo ese tiempo esperó en vano, nunca apareció en una lista.
Ante la emergencia, se fue al organismo para hablar con el presidente Oscar Marelli o con algún otro directivo: “Fui un montón de veces y nadie, ningún director me pudo atender. Los otros días, decidí esperar a uno hasta que saliera de la oficina, hasta que se desocupara porque me decían que estaba en reunión. Estuve hasta la una de la tarde y no salió, no sé qué se hizo”, describe, derrumbada. La derivaron con el abogado del Iapv y después con una trabajadora social.
En conclusión, le dijeron que no podían hacer nada porque si resolvían su caso, “todos los que necesitan una casa se van a instalar en carpas”, relata Silvia. También dice que intentó hablar con el gobernador Sergio Urribarri: “No está o está ocupado. Eso es lo que dicen”. Intentó presentar su caso a la gente que lo rodea al Gobernador, pedir una audiencia, y tampoco pudo. “Siempre todos están ocupados”, afirma con ironía.
Inició gestiones en el Municipio de Oro Verde y le ofrecieron materiales para construir pero no tiene terreno. Es lo mismo que la nada. Hace unas semanas, se conoció su situación en el hospital San Martín, a través de los delegados de Ate. De ahí, la Dirección tomó contacto con el Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf); tampoco ha tenido novedades. Silvia recurrió la semana pasada a la Defensoría del Pueblo y le informaron que iniciarían gestiones.
Dice que no pierde las esperanzas, aunque mientras tanto vive con sus cuatro hijos a la intemperie, sin más chances que esperar. (Entre Ríos Ahora)