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Entrevistas: Ricardo Moreyra, un tipo con convicciones

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moreyraLa familia lo empujó a ser miembro del Ejército, como era su padre. Incluso, llegó a estar movilizado en Río Gallegos cuando estalló la guerra de Malvinas. Pero cuando el conflicto bélico llegó a su fin,  se rebeló. Hasta le dieron unos días de arresto para ver si cambiaba de idea. Sin suerte. Sus convicciones religiosas eran más fuertes e ingresó a un colegio jesuita donde conoció a quien hoy es el Papa Francisco. Las vueltas de la vida lo trajeron de nuevo cerca de su familia, convertido en profesor de historia y con algunos libros escritos en su haber.

 

-Dónde naciste

-Nací en villaguay en el año 1964. Me crié en el barrio San Judas, donde vivían mis padres. Con el paso del tiempo nos fuimos mudando, porque mis padres alquilaban. Como mi papá era militar, en una etapa vivimos en el barrio de Suboficiales.

-¿Qué recordás de tu infancia?

-Fundamentalmente de los campeonatos de fútbol que hacíamos en el Parque Evita y toda la época de la escuela, que la disfrutaba mucho. En el secundario ya me tocó empezar a viajar porque mi padre lo cambiaban de destino. Fuimos a Corrientes y a Buenos Aires. Fueron varios cambios de ambiente, de amigos. Eso hizo que no disfrutara tanto esa etapa. Lo único que tenía de bueno era la posibilidad de conocer nueva gente. Con el paso del tiempo se fue haciendo algo normal, te vas acostumbrando.

-¿Tu mamá a qué se dedicaba?

-Siempre fue ama de casa. Se ocupaba de nosotros, que éramos cuatro hermanos. Tengo una hermana y un hermano mayor; y un hermano 16 años menor. Con el mayor compartí más tiempo por una cuestión de edad: paseos, salidas, clubes, fútbol. Compartimos más cosas. Además, como el repitió de grado, yo lo alcancé e hicimos parte de la escuela juntos. Mi hermana es cinco años menor, entonces la dejábamos un poco de lado. La cuidábamos, pero no se integraba a jugar con nosotros

-¿Qué hacían en aquellos años de infancia?

-Íbamos al club a jugar, a catequesis (porque siempre estuvimos cerca de la iglesia), las salidas. Dedicaba la mayor parte del  tiempo a la Escuela. Terminé la primaria en el Departamento de Aplicación (en el Colegio Nacional), y la secundaria la inicié en la ENET, cuando estaba en calle 9 de Julio. Después llegó la primera mudanza: a Curuzú Cuatiá. Me gustó bastante. Gente afectuosa, abierta. Ahí estuvimos alrededor de un año; y al año siguiente nos fuimos a Zárate. Fue en la época del Mundial 1978. Y después nos trasladamos a Campo de Mayo. Fueron varios cambios de escuela en esa época. Bastante complicado porque los planes de estudio no coincidían. Al final ingresé en la Escuela Militar, cuando tenía 15 años. Y ahí terminé la secundaria. Yo no sabía bien si quería ser militar. Fue una decisión de mis padres. Y en esa época no se cuestionaba tanto. Estuve tres años y egresé como cabo primero mecánico motorista. Me dedicaba a trabajar en el mantenimiento de los aviones, los tanques. Aunque como tenía buen promedio me asignaban otras tareas y muy poco taller. No me engrasé mucho los dedos la verdad.

-Pero la carrera militar no era lo tuyo…

-No. Y lo peor es que mis padres no lo entendían. Fue todo un año de discusiones. Después a mi padre lo trasladaron de nuevo a Villaguay y me quedé solo en Buenos Aires. Y como tenía buena relación con el capellán militar, se dio la posibilidad de gestionar mi propio traslado a Villaguay. Pero mientras lo gestionábamos  estalló la guerra de Malvinas y me trasladaron a Río Gallegos. El 2 de abril me recibí y al día siguiente nos llevaron a Comandante Luis Piedrabuena y luego a Río Gallegos. Estuve todo el tiempo que duró la guerra movilizado en Río Gallegos. Y cuando terminó volvimos a Piedrabuena. Como ya estaba recibido tenía que firmar un contrato por 5 años para seguir en la institución militar. Pero me negué y ahí fue cuando me empezaron a tomar en serio mi decisión de no seguir la carrera militar.

-Habrá caído mal esa decisión…

-Muy mal. Fue una decepción muy grande. Llegué a distanciarme con mi familia. Incluso los militares me arrestaron unos días para ver si cambiaba de idea. Creo que fueron diez días de arresto para “pensar” si me convenía o no firmar el contrato. Eso fue en Piedrabuena. Pero como persistí en abandonar el Ejército, finalmente me dejaron renunciar. Hablé con el general de Brigada allá en el sur y creo que él entendió mi situación.

Fue bastante penoso. El ejército tenía que pagarme el viaje de regreso. Pero no me dieron nada. “Usted ahora es civil, vuélvase como pueda”, me dijeron. Tuve que venirme a dedo del sur. Estuve viajando como cuatro días. Muchos camiones.

-¿Te viniste a Villaguay?

-Mi familia no sabía nada de mi situación. Entonces me fui a una casa religiosa de la Compañía de Jesús, en San Miguel, adonde había empezado a ir mientras estaba en la escuela. Ahí fue cuando conocí a Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco. Solicité la admisión a la Compañía para marzo. Me sugirieron  que antes de ingresar viniera a visitar a mi familia y pase las fiestas con ellos. Vine, pero acá no estaban muy contentos y me volví. Aunque ingresaba en marzo, ya desde enero me quedé en la casa de la Compañía. Recién cuando conocieron el lugar aceptaron mi decisión y cambió la relación. Ellos no eran muy practicantes de la religión. Entonces les costó mucho admitir mi determinación. Pero al final lo aceptaron.

-¿Bergoglio cómo era en aquellos años?

-Siempre fue una persona muy simple, muy humilde y muy austera. Nunca se dedicó a mostrar lo que hacía. Por eso creo que va a hacer mucho bien, porque reúne grandes condiciones. Es muy allegado a la gente sencilla, nunca fue de quedarse encerrado en su oficina. Pero también sabe guiar: sabe exigir a quienes lo rodean. Además es un hombre muy carismático, con un lenguaje simple y sencillo pero profundo.

-¿Y vos qué hacías en la Compañía?

-Estuve dos años de noviciado y luego ingresé al Colegio Máximo y como parte de la formación salía a realizar trabajos en distintos lugares. Estuve en el Regina Martyrum, en el comedor, haciendo trabajo social. Estuve nueve años en ese lugar. Había mucha gente en la calle en esa época, así que teníamos mucho trabajo. Además del comedor tuvimos que crear un hogar de noche.

-¿Después te destinaron a otro lugar?

-Fui a Chile, a una Calera llamada “Del tango”, que estaba a media hora de colectivo de Santiago de Chile. Era de los jesuitas. Estuve un mes de retiro espiritual. Lo recuerdo muy bien porque cuando me asignaron un cuarto, entro a la habitación y leo un cartel: “Aquí descansó el General Don José de San Martín después de la batalla de Maipu”. Fue una emoción muy grande. Era una casa muy antigua. Estuve alrededor de un mes de retiro. Ese mismo año estuve otro mes trabajando en Chiloé. Me fui porque necesitaban ayuda. En una de las islitas –Achao- había un sacerdote enfermo y necesitaba ayuda. Pero resulta que cuando llegué el sacerdote ya se había ido. Hacía seis meses que estaban con la iglesia cerrada. Fue algo curioso. Encontré todo cerrado, no había nadie. Había viajado un día y medio y me fui a dormir a la playa. Y parece que un vecino avisó a la policía que había un borracho durmiendo. Era yo, claro. Al final me salvaron, porque esa parte se cubría de agua cuando subía la marea. Me fueron a buscar los carabineros.

-¿Después volviste a Buenos Aires?

-Sí, estuve tres años más en Buenos Aires, hasta que se abrió en Concordia un comedor y hogar para chicos de la calle. Me destinaron a ese trabajo. Me ofrecí a venir porque de esa manera iba a estar más cerca de mi familia, porque mi padre estaba enfermo. Además, en Concordia pude hacer mi profesorado de Historia. MI papá falleció un año antes de que me reciba y se produjo una situación complicada porque económicamente no estaban bien. Así que tomé la decisión de venirme con mi madre.

-¿Si hoy te llamaran de la Compañía, te irías?

-Sí, aunque trato igualmente de continuar ejerciendo mis convicciones desde el lugar en el que estoy. En cuanto a ayuda social, por ejemplo. Por mi formación, ayudar al otro es cumplir mi misión. Ayudar al otro es mi mandato en la vida. Cuando uno se mete en una misión tiene un respaldo para su vida, para sus convicciones.

-También te has dedicado a escribir…

-Sí, tengo cuatro publicaciones. El primero fue un libro de poesías. Gané un concurso cuyo premio era la publicación. Me hace bien escribir. Me ayuda a estar activo, a leer, a informarme. Después hice un ensayo histórico que también se publicó, cuando vivía en Capital federal. Las otras dos publicaciones las hice aquí. Un libro donde se cuenta un poco la historia del merendero que hicimos en el barrio El Chaco junto a un grupo grande de gente. Afortunadamente con la asignación universal por hijo, el merendero ya no fue tan necesario. Ha cambiado bastante la situación. Antes los chicos no iban a la escuela, estaban con bajo peso. Para m la Asignación ha cambiado mucho las cosas. Igualmente tiene que haber algo que complemente para que la gente no se acostumbre a vivir sin trabajar.

Y el último que escribí se llama “La comunidad política”. Lo presenté hace dos años. Estuve como diez años trabajando en ese ensayo sobre cuestiones más vinculadas a la formación política.