Según la Estación Meteorológica Automática que tenemos aquí en la redacción de EL PUEBLO, la sensación térmica alcanzó ayer los 41 grados. Supongamos, para ser piadosos, que a las 10 de la mañana, cuando se tomó esta foto, el termómetro marcaba 37 o 38.
A esa hora, en esas condiciones, en sillas donadas por las empresas funerarias de la ciudad (si no se tratara de un imprescindible gesto solidario ante la ausencia del estado, parecería un chiste de mal gusto), varios adultos mayores (el estado se ha preocupado, eso sí, por “bien nombrar” las cosas) se amontonaban en la sala de espera del Registro Civil, esperando poder completar los trámites para obtener su nuevo DNI.
Es que, al parecer, en alguna oficina pública (a la que se quiso consultar al realizar esta nota, pero el teléfono daba permanentemente ocupado) les exigen contar con el celeste para avanzar con ciertos trámites.
Que a los chicos de 20, o a los tipos de entre 30 y 50, el estado se empecine en arruinarles la vida con hospitales que no funcionan, escuelas que tiene al menos un día de asamblea docente a la semana, y un aparato burocrático diseñado especialmente para provocar estrés, podría dejarse pasar. Pero que se metan con los mayores ya es una exageración.
Todo en la Argentina parece ideado por una mente maléfica. Si usted desea hacerse atender por un médico el sistema lo guiará perversamente por un laberinto de órdenes, autorizaciones, auditorías y cajas con largas colas. Será así, indefectiblemente, aunque en su obra social le hayan regalado una tarjeta magnética prometiéndole que con ella iba a poder gestionar su orden directamente en el médico. Es mentira. Nada puede hacerse de manera sencilla en este país.
El acceso a la educación es universal. Claro. Pero para lograr que su hijo tenga un banco el próximo año deberá predisponerse a la paciencia. Tendrá que hacer largas colas y presentar decenas de certificados. Y aún así es probable que hasta abril del año próximo no sepa con certeza si su chico podrá educarse. Igual, no se haga mucho problema ya que por lo general el Estado espera hasta ese mes para negociar con los gremios, con lo que el dictado de clases no arrancará, con regularidad, hasta mayo.
Si desea verificar su automóvil no alcanzará con ir a la planta de Paysandú al sur. Tendrá primero que hacer una cola en el banco y depositar la friolera de 10 pesos con cincuenta (parece un trámite más destinado a molestar que a recaudar). Y sólo lo podrá hacer en el Banco. Ni Rapipago, ni Homebanking ni la obviedad de pagar en la propia Planta Verificadora, como debiera hacerse. No, nada que simplifique su vida. Y cuando logre transferir su coche el Estado, como premio, le imprimirá unos certificados en papel de resma, en los que constará que usted es el dueño. Porque, claro, aunque usted haya pagado miles de pesos por el trámite, al parecer no hay dinero para imprimir las tarjetas verdes.
Y ya que hablamos de Bancos, agradezca que tiene que pagar esos diez pesos en el Bersa y no en el Nación. Si tuviera que hacerlo en probablemente desista de cambiar el auto.
Si lo que quiere es gestionar el nuevo DNI le dirán que todo es fantástico y que podrá realizar la mayor parte del trámite a través de Internet. Mentira: cuando salga del mundo virtual se enfrentará con decenas de personas amontonadas en una oficina sin aire acondicionado, que cuenta con unas pocas sillas para aliviar la espera y en la que los empleados no tienen más remedio que lamentarse porque sólo tienen una computadora para efectuar el trámite.
No se le ocurra enviudar, o pretender jubilarse o cambiar de obra social. En la web de Ansés le dirán que todo es high tech y que podrá concertar un turno por Internet o llamando al 130 de manera gratuita. Pero a la hora de la verdad se topará con un teléfono que nadie atiende y se terminará hartando. Y finalmente deberá levantarse a las cinco de la madrugada y hacer una cola interminable para ver si tiene suerte y el Estado que usted financia le concede la gracia de prestarle un minuto de atención.
Usted, que aún es joven, siéntase afortunado. Porque cuando tenga 80 el estado seguirá maltratándolo sin piedad alguna.
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