“Mi cura y amigo: no siento el morir si Dios así lo quiere. Lo que siento, es no poder acompañar a mi compadre a consolidar la nación argentina”. Esas fueron, de acuerdo a los testimonios, las palabras que pronunció el 17 de abril de 1862 el caudillo villaguayense Crispín Velázquez, un rato antes de fallecer.
En su libro “Una época para Crispín”, la historiadora local Manuela Chiesa relata el final del caudillo en Palmas Altas:
“El Coronel Velázquez miró por última vez el rancherío disperso en la lomada, y aquella franja verdeante en los campos natales se desdibujó en su padecimiento. Calandrias montaraces hicieron bulla en el potrerito cercano. Por la imaginación del viejo soldado pasó la imagen de aquel entre Ríos casi desierto, campos abiertos, horizontes naturales de montes y cuchillas, que tanto había cabalgado en sus mocedades”.
El viernes último se recordaron los 153 años del fallecimiento del caudillo, y el museo Histórico Municipal de Villaguay difundió para la ocasión una serie de documentos vinculados a la biografía de quien fuera jefe político de nuestro departamento, tomando como base publicaciones de Manuela Chiesa de Mammana, César Pérez Colman y Roberto Romani.
“La silenciosa personalidad de este criollo de Villaguay, que desfiló en Paraná al frente de 14.000 hombres, el 25 de mayo de 1858, sigue despertando admiración, pues convocado a luchar por la libertad de sus hermanos, se transformaba en un guerrero intrépido y alegre, que contagiaba la bravura en el fragor de la batalla”, destacaron desde el Museo.
Nacido en Raíces, donde residían sus padres Pantaleón Velazquez y Antonia Rosa Taborda, intervino en todos los acontecimientos de la patria. Se convirtió en un valiente jefe de la caballería entrerriana, gozando de la amistad del general Urquiza, quien le confiaba la defensa del territorio provincial cuando se realizaron las grandes gestas de la organización nacional.
Comenzó a actuar durante su juventud, destacándose particularmente desde 1822, año en el que ya figura como teniente de caballería de Villaguay. Tomó con ese grado una activa participación en la revolución de 1830 y 1831, vinculándose estrechamente en esta ocasión con el General Juan Lavalle, quien le dejó como recuerdo una hermosa daga de oro y plata por haberlo protegido. Lavalle llega sano y salvo al Uruguay gracias a Crispín y a sus hombres.
Poco tiempo después Velázquez ascendió a Capitán, y en 1833 logra trasladar la comandancia Militar desde Lucas a la incipiente Villaguay, lo que le da un impulso insospechado. Fue el General Pascual Echagüe quien lo nombra Comandante Militar de Villaguay. En el año 1838 se desempeña el cargo de Sargento Mayor Graduado, en 1842 Coronel y en 1852 fue ascendido a General.