No es difícil imaginar la situación por la que atraviesa María Selva Cabral, la joven que a raíz de un accidente sufrió una gravísima fractura en uno de sus fémures, y que lleva casi dos años de aquel hecho sigue postrada en una cama del hospital San Martín, de Paraná, esperando que le den una solución.
“Está muy deprimida. Cuando se despierta se pone muy nerviosa. Insulta a todo el mundo, incluso a mí”. Así describió la situación de Selva su mamá Rosa, quien desde hace un tiempo está radicada en Paraná, donde deambula permanentemente entre consultorios, salas de internación y laboratorios.
En junio de 2013 Selva llegó al San Martín, derivada desde Villaguay, con múltiples fracturas en el fémur de su pierna izquierda. Ya pasaron casi dos años y las respuestas siguen sin aparecer.
Por ello, su mamá decidió recurrir a un abogado que trabaja en la posibilidad de demandar al estado provincial, si es que no aparece una respuesta adecuada para la salud de su hija.
“Hace alrededor de un mes el director del San Martín, el doctor Eduardo Elías, le informó a Rosa que existía la posibilidad de que intervengan a Selva en un centro asistencial de la provincia de Córdoba.
Es, obviamente, una esperanza. Pero pequeña, tímida, insuficiente para una joven que lleva casi 24 meses sumida en un dolor espantoso que, ahora, obligó a los médicos a mantenerla dormida con medicación la mayor parte del día.
“Yo ya no sé ni qué creer ni en quién confiar. Ahora me dice que pueden operarla en Córdoba, pero la cosa se vuelve a demorar. Dicen que hay que esperar, que el gobierno no los ayuda. Yo no sé ni me interesa quién tiene la culpa. Sólo quiere que se termine el sufrimiento de mi hija”, expresó la mamá, en un diálogo telefónico que mantuvo esta mañana con EL PUEBLO.
La semana pasada Selva fue sometido a un centellograma con el que los profesionales intentan determinar si, además del fémur “pulverizado”, sufre de reumatismo infeccioso.
“Aparentemente el resultado fue negativo, y eso es una buena noticia, ya que si tenía esa enfermedad no quedaba otra alternativa que amputarle la pierna”, explicó Rosa.
Mientras tanto, la salud psicológica de Selva se deteriora. “Está muy mal, muy deprimida. Y eso se traduce en una especie de enojo, de resentimiento con todo el mundo. Incluso conmigo que soy la madre”, admitió la mujer.
Según relató, la joven está conectada permanentemente a un suero por el que le suministran “dos calmantes a la vez” y paralelamente recibe medicación para tranquilizarla.
“A veces es difícil comprender que una hija te insulte. Pero yo la entiendo. Ya van casi dos años de estar postrada en una cama. Es mucho. Demasiado tiempo. Es indignante, de no creer”, sostuvo Rosa.
El accidente
Selva María Cabral tiene ahora 25 años. Proviene de una familia humilde de Villa Clara (ahora radicada en la capital provincial), y tiene seis hermanos más chicos.
Hace un tiempo –cuando el dolor todavía le permitía hablar y pasar un mayor tiempo despierta- le contó a EL PUEBLO cómo fue el accidente.
Iban por un camino cercano a la reserva natural La Chinita en una moto conducida por su novio de entonces, cuando un auto rojo (un Clío, aparentemente), apareció zigzagueando. El novio intentó esquivarlo corriéndose más hacia su derecha, pero el auto los impactó igualmente. Y la que sufrió las peores consecuencias fue Selva.
Su fémur y su rodilla izquierdas quedaron virtualmente destrozados y luego la herida se infectó. En consecuencia, necesitaba un tutor que reemplazara al hueso pulverizado. Cinco meses pasó en una cama del San Martín hasta que apareció la prótesis. “Me hicieron una nota en un diario de Paraná y a los dos días apareció la prótesis”, contó en aquel momento.
Sin embargo, sus desgracias no terminarían allí: su cuerpo rechazó el tutor y, desde entonces, la única alternativa viable para recuperar su pierna izquierda es una especie de transplante o reconstrucción de su fémur.
En los últimos meses le han prometido en innumerables ocasiones que la intervención se realizará. Hasta ahora, sin embargo, no han sido más que promesas.