Morir con dignidad: ¿Un derecho humano emergente?

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Por Daniel de Michele (*)

Las decisiones al fin de la vida forman un apasionante capitulo de la Bioética que ha pasado a primer plano desde mucha gente aboga por lo que considera un derecho humano: el Morir con Dignidad.

Las sociedades modernas, especialmente las que han alcanzado un razonable bienestar para vivir, ya debaten abiertamente la necesidad de procurarse una muerte digna, jerarquizando las decisiones del individuo que padece, frente a la tecnificación médica de la muerte.

El avance de la tecnología determina que el fin de la existencia humana habitualmente transcurra en una institución, donde la vida es prolongada artificialmente por un buen tiempo.

La medicina ha institucionalizado y tecnificado la muerte, fenómeno natural que marca el fin de la vida.

Cuando no hay ya ninguna cosa relevante para hacer y las intervenciones continúan, se ingresa al terreno del “encarnizamiento terapéutico”.

Alguien toma decisiones por el paciente, cuando éste no puede hacerlo o comunicarlo.

Estas decisiones han dejado de ser privadas o reducidas al núcleo familiar y han quedado a cargo de un grupo cambiante de médicos, enfermeros, técnicos y otras personas que no conocen el estilo de vida del paciente, ni cual sería su decisión en una situación crítica, como la que atraviesa.

Po otro lado, el envejecimiento social global, ha prolongado el proceso de la senilidad, lo cual trae consigo un aumento de las enfermedades crónicas, las demencias, el Alzheimer, y otras enfermedades degenerativas.

La gente común tememos al deterioro que estos síndromes producen y algunos, antes de las desestructuración de su personalidad prefieren terminar con su vida. Sin embargo el derecho a Morir con Dignidad, mayoritariamente es otorgado solo a pacientes con enfermedades terminales (pronóstico de menos de 6 meses de vida)

Cuanto la muerte nos llega irremediablemente, el fin de la vida debiera ser, más que un problema médico,  un asunto ubicado entre el paciente, la familia y la sociedad.

Maglio opina que Morir con Dignidad es irse de la vida “sin dolor, lucido y rodeado de los afectos” y no aislado, solo y sufriendo en una habitación sin poder decir los adioses en ese momento trascendente cual es el fin de la vida.

En tal sentido, la solicitud de ayuda para morir con dignidad de un paciente terminal, jamás debería considerarse un asunto superfluo que no merezca consideración.

Algo como eso ha dicho nuestra Corte Suprema de Justicia, reconociendo el derecho a Morir Dignamente a un paciente en coma por años, suspendiendo el soporte vital artificial a pedido de su familia.

Es claro que el tema es uno de los grandes dilemas de la Bioética en todo el mundo.
En países desarrollados, la idea de Morir con Dignidad esta incorporado como un derecho de los pacientes terminales. Desde hace más de 20 años se está hablando ahora de la Asistencia para Morir.

Su práctica es legal en varios países, dando una vuelta de tuerca hacia adelante a los derechos de los pacientes terminales, provocando un nuevo desafío que correrá los límites éticos inherentes al fin de la vida.

Pero esa es otra historia, otro debate.

Nos vemos.

(*) Docente de Bioética de Kinesiología / UNER

 

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