Un día sintió la necesidad de contar una historia que le pesaba, que le hacía daño, que le quemaba en su interior. Llamó al obispo de Paraná. Estuvo cuatro horas delante del prelado intentando una y otra vez contar lo que le había sucedido, el daño que le habían hecho.
“Estuve dos horas llorando antes de poder hablar”, dice Schunk. Esa historia que le quemó durante más de veinte años lo tiene a él, siendo menor, como una víctima. Víctima de abusos sexuales en el seminario donde estudió para hacerse sacerdote.
En un despacho de la escuela paranaense donde trabaja actualmente, Luis Schunk contó a La Nación lo que fue su calvario y señala a un cura que en los últimos días recibió una sentencia confirmando su procesamiento por el delito de abusos sexuales contra menores.
Justo José Ilarraz deberá enfrentar un juicio que tiene varios testigos de cargo. Llegará al banquillo bajo la acusación de haber abusado de alumnos de los años inferiores del nivel secundario que estaban como internos en el seminario de Paraná. Los hechos imputados son siete, ocurrieron entre 1989 y 1992, pero los querellantes creen que Ilarraz pudo haber cometido no menos de cincuenta abusos.
Hubo que esperar más de veinte años para que los casos salgan a la luz. El Arzobispado de Paraná admitió la veracidad de los hechos mediante un comunicado de prensa que emitió en la mañana del 13 de septiembre de 2012, horas después de que la revista Análisis, revelara los casos de abusos cometidos por el sacerdote entrerriano.
Los testimonios escuchados por jueces y camaristas que debieron una y otra vez resolver si la causa sigue adelante o se debe frenar por prescripción, aseguran que Ilarraz se aprovechaba de la relación de confianza con los niños. Los acusadores afirman que el sacerdote generaba un círculo íntimo con los menores, logrado a base de dádivas y buenos tratos, y que si uno de ellos se negaba a ser parte de esa cofradía era mirado con desprecio y maltratado por el religioso.
Justo José Ilarraz hizo carrera dentro de la Iglesia. Llegó al seminario de Paraná por la buena relación con el actual cardenal Estanislao Karlic. Cuando el purpurado supo de las acusaciones apresuró su salida: lo envió becado a Roma para estudiar una licenciatura en misionología.
Protección eclesial
Al religioso acusado se le prohibió celebrar oficios en la jurisdicción de Paraná y recaló en la provincia de Tucumán, donde está radicado actualmente sin posibilidad de celebrar misas públicas, debido a una prohibición impuesta.
Nunca hizo declaraciones públicas y sus abogados defensores apostaron a la estrategia de la prescripción de los hechos, es decir, a que no se pueden juzgar por el paso del tiempo. Pero la Justicia, con jueces y fiscales que toman resoluciones, dijo que no hay prescripción y que el cura Justo José Ilarraz debe ser enjuiciado. El 10 de julio de 2015 fue procesado por el delito de “promoción a la corrupción agravada” y la semana pasada se ratificó la acusación y el camino del juicio oral para establecer la responsabilidad del cura en los casos denunciados. La decisión de la Justicia animó a Schunk a hablar.
-¿Cómo están viviendo este momento y cómo evalúan la decisión de la Justicia de avalar las denuncias y llevar el caso a juicio?
-Precisamente, la palabra decisión, que usted pronuncia, es clave para entender la causa Ilarraz. Para entender los treinta o veinte años en que hemos sobrellevado este problema. Porque acá hay dos decisiones. La decisión de las víctimas de llevar durante veinte años una cruz tan pesada: que es la decisión de cargar con el peso de la conciencia, con el peso del abuso y con el peso de la obligación de callar. Y luego está la decisión de la Justicia de hacer valer derechos de las víctimas y buscar el castigo al abusador. Lo que faltó fue la decisión de la Iglesia en esclarecer los hechos. Hay muchos y muy buenas resoluciones. En términos generales, la Justicia ha visto el corazón del problema en medio de mil fojas que tiene el expediente.
-¿Había contacto entre las víctimas o cada uno afrontó en soledad el drama del abuso?
-Hay que entender la mecánica del abuso. El abuso trae vergüenza, y en aquel momento nosotros éramos pibes de 12 años. Eramos inocentes porque salíamos del campo sólo sabiendo trabajar a la par de nuestros padres. En esa situación entramos a un ámbito donde la palabra del sacerdote era santa. Entonces, cuando ocurrieron los abusos, nos llenamos de vergüenza y culpabilidad. ¿A quién íbamos a culpar de lo que nos pasaba? A nosotros mismos. La gran mayoría sobrellevamos en silencio el drama durante mucho tiempo, hasta por décadas. Hay testimonios que afirman que (el actual arzobispo de Paraná, Juan Alberto) Puiggari sabía de casos de abusos en 1989.
-¿Qué cargo o qué rol cumplía por entonces el actual arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari?
-En ese momento era superior directo de Ilarraz.
-Ilarraz estaba a cargo del cuidado de ustedes. ¿De qué manera utilizaba su posición en la Iglesia para cometer los abusos que ustedes denuncian?
-Primero Ilarraz abusó de la confianza y de la fe. La confianza de los chicos, de nosotros. Abusó de la confianza de nuestros padres, de la comunidad. Ilarraz abusó de su cercanía con Karlic. Y también abusó de la confesión a los menores, de tener acceso a sus debilidades, a sus tentaciones, que hacía escribir en una hojita en el marco de los ejercicios espirituales. Se abusó de la imagen de la Virgen. Y digo eso porque después de cometer abusos en su habitación, donde ocurrían atrocidades, llevaba a los menores a una capillita cercana y allí, frente a la imagen de la Virgen, hacía hacer un pacto de silencio y amistad con las víctimas. Se abusó de su rol de profesor.