¿Quién es Josecito, el de los 8 palos verdes?

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“Josecito”. Así lo conocían a José López todos los constructores de obra pública del país que le rindieron pleitesía durante los tres mandatos presidenciales del matrimonio Kirchner. Fue secretario de Obras Públicas desde 2003 hasta el 10 de diciembre pasado, y desde allí se convirtió en un hombre clave en la vida del anterior Gobierno.

Caminó al lado de Julio De Vido en el controvertido mundo de la planificación argentina. Con él tuvo épocas de más cercanía y otras de frialdad. Justamente, la política de discrecionalidad del reparto de fondos lo llevó a uno de los momentos más difícil de la relación. Eran épocas en las que Néstor Kirchner ya era ex mandatario y atendía en la quinta presidencial de Olivos. Los intendentes y los gobernadores peregrinaban a buscar obras públicas. Era, claro está, la manera de mostrar hechos y generar caja para mantener aceitados los engranajes de la política. En la gran mayoría de las reuniones, Kirchner atendía con “Josecito” sentado al lado. De Vido miraba con desconfianza la relación de su jefe y su subordinado. Pero la relación se repuso y ministro y secretario siguieron caminando juntos.

En el Ministerio de Planificación Federal, más precisamente en las oficinas de López, se definía dónde se iban a construir viviendas y a qué precio.

Manejó todos los planes de viviendas del país donde negoció con intendentes y gobernadores; armó el sistema de cooperativas constructoras que terminaron con el escándalo de Sueños Compartidos, con las Madres de Plaza de Mayo envueltas en la corrupción de los ladrillos y con Pablo Schoklender detenido.

Las peleas entre el funcionario y Schoklender son memorables, patadas a las puertas incluidas. Lo que se hizo y lo que no tuvieron que ver con sus andanzas.

Estuvo involucrado en todas las grandes construcciones de los últimos años y sólo se mantuvo al margen del millonario mundo del transporte. Sucede que allí Kirchner colocó a otro alfil para mirar de cerca la otra caja. López jamás se metió en el terreno de Ricardo Jaime . Ahora quizá sean vecinos.

A “Josecito” se lo veía pleno en cada uno de los actos en los que se inauguraban obras públicas. Repartía besos y abrazos y se floreaba con un tenue implante de pelo que colocó en sus años de funcionarios. Los constructores no paraban de saludarlo y palmearlo. No era para menos, de su mano dependían todos los pagos del sector.

Fue el gran administrador de Vialidad Nacional, la cajá más efectiva con la que se consolidó, a fuerza de millones, el imperio de Lázaro Báez y Austral Construcciones. Cuentan en los pasillos de la autoridad vial que todos los meses llegaba un listado desde el despacho de López. La llamaban “la lista de la felicidad”. Uno por uno, el ahora detenido, definía cuánto y a quién se le pagaba ese mes. Sólo los que negociaban con él en persona tenían el privilegio de aparecer en la lista mágica.

Dicen quienes lo conocieron que la prioridad no era terminar las obras sin empezarlas. Millones en adelantos de fondos a los contratistas y que generalmente se destinan a armar el obrador y a acopiar materiales. En el convento de General Rodríguez se empezó a conocer el destino final de aquellos pagos.

Fuente: La Nación, Bs. As.-

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