Crónicas dominguenses: El hacedor de pelotas
(Por Manuel Langsam / ) – Hace pocos días pasé por el club Sarmiento y observé un grupito de chicos que estaban jugando al fútbol. La mayoría de ellos lucían camisetas de conocidos clubes como River, Boca, Racing, Barcelona, Juventus, Real Madrid, Flamengo, etc. y usaban una pelota Adidas nuevita y brillante.
Se cruzó por mi mente el recuerdo de nuestra propia niñez, tan diferente, llena de carencias, pero igualmente feliz y enamorada del futbol.
Nadie tenía una camiseta con los colores de su club, ni botines ni una cancha con arcos y líneas. Se jugaba con la ropa que se tenía puesta, que quedaba en estado lamentable para rezongo de nuestras madres; zapatillas o alpargatas (muchos directamente descalzos), en cualquier baldío y con… PELOTA DE TRAPO!!! Nadie podía darse el lujo de una pelota de cuero, las que venían con cámara de pico y tiento, ni siquiera las saltarinas de goma, ya que sus costos las hacían totalmente prohibitivas para nuestras posibilidades.
Y aquí viene el personaje que quiero recordar y era el que tenia la habilidad para hacernos las pelotas de trapo perfectas. Muchos las fabricaban solos, pero salían ovaladas, poco consistentes y de escasa duración.
El Negro Tunga! Era hijo del placero. A este hombre, que se ocupaba de mantener cuidados los canteros y la limpieza de la plaza principal, le faltaba un pedazo de pierna en el tramo entre la rodilla y el pie. Y lo suplía con una prótesis de madera, fijada con unos arneses, todo casero, y con la ayuda de un bastón podía desplazarse, aunque con dificultad. Lo llamábamos Don Ricardo Pata de Palo. El Negro Tunga, su hijo, era un chico unos dos o tres años mayor que nosotros y ayudaba a su padre en su tarea de placero.
Lo íbamos a ver a la plaza llevándole una o dos medias en desuso de nuestros padres, papeles de diario, revistas o envoltorios de almacén, un piolín, y con eso nos fabricaba la pelota de trapo que le salía de una redondez perfecta, del tamaño de un pomelo mas o menos y con la compactación justa.
A veces nos hacía esperar hasta el día siguiente para entregarla, ya que si su padre no se encontraba bien a él, aun con su poca edad, le tocaba hacer el trabajo en la plaza.
Pero siempre nos cumplía y nos entregaba la pelota de trapo encargada, sabiendo que iba a ser muy difícil que él pudiera disfrutarla, a pesar de que siempre lo invitábamos a jugar.
No tengo noticias sobre como continuó su vida, ni a donde fue a vivir cuando se ausentaron del pueblo. Terminada la escuela primaria, nosotros comenzamos a dispersarnos a distintas ciudades para hacer el secundario, los encuentros se hicieron mas esporádicos y los picados de futbol tenían lugar cada tanto y solo en las vacaciones.
Negro Tunga! Con muy poca cosa pero con un gran corazón brindaste alegría a un grupo de chicos que te admiraba y con los que no pudiste compartir sus juegos. Ojala te haya ido bien en la vida…Lo tienes merecido.